Y después del ‘Una bandera ens agermana’, cuando hay medio compás de espera, me di cuenta de que habían apagado la música, supongo que hacía ya varios segundos, y el campo seguía cantando enfervorizado.
‘Blau grana al vent’ cien mil pavos a capella, rollito Anfield y su puto ‘Never walk alone’ pero con buena música esta vez.
‘Barça, Barça, Baaaaaaaaaarça’.
Ya daba yo por zanjado este imprevisible, impredecible y bello evento cuando el desvencijado tribunero y el anciano borreguil y subnormaloide -asumiría un servidor que espoleado por las juventudes nacionales-, se arrancó con la segunda estrofa, circunstancia anomalísima en el Estadi.
‘Juuuuuu-ga-dors’ plas-plas-plas
A capella, repito, todo el santo estadio chillando como heroinómanas.
‘Barça, Barça, Baaaaaaaaaarça’.
Y casi me se saltan las lágrimas, coño, es que soy de azúcar cuando entramos en estos temas.
Yo no sé de quién fue la idea esa de quitar la megafonía una vez arrancado el himno o si se debió a imponderables técnicos pero fue ese un vector temporal de 3 minutos que me erizó hasta el vello de las patillas. ‘Joder la hostia’ me dije ‘esto se tiene que haber oído desde los vestuarios seguro’.
Y debió de haber acojonado lo suyo.
Dicho esto, ayer lo dimos todo como cuando teníamos 15 años. Saqué a relucir mi catálogo premium de insultos con algunas novedades (‘Así la heroinómana de tu madre te hubiera dejado tirado en la cuneta donde te parió’) para el trio de escoria portuguesa, y con algunos clásicos como los deseos de un achaque de ébola fulminante antes de navidades para Ramos y otros. Estuvimos todo el partido muy metidos, administrando con mucho tino la blasfemia y alternándola con graves descalificaciones e insultos brutales, y tirando del equipo en todo momento. El instante culminante y postalífico fue el de mi amigo y yo abrazados a un moraco que teníamos detrás como si hubiéramos sido hermanos separados durante 50 años por avatares equis.
Pep y plantilla, gracias. De todo corazón, ojo: estáis haciendo mi puta vida mejor.
Gràcies.