El prestigioso y
velético periódico La Vanguardia desde hace un tiempo, en su sección de necrológicas,
presenta un ‘special report’ sobre alguno de los finados.
No entiendo la
motivación para tal ejercicio más allá de cuando se trata de gente como John
Wayne o Ava Gardner.
Hace ya tiempo
que hablan en esa sección de cualquier desconocido como si hubiera sido
alguien. Entiendo que mi cultura es limitadísima pero cuando recorro en detalle
el escrito veo que el cadáver era realmente un descamisado que hacía pius de
boina y tal. Esa sección no me cuadra y nunca me ha cuadrado.
Lo que salió ayer
Domingo fue especialmente puzzleante. Aparentemente murió un empresario que,
como casi todos, no conocía. Vale, sentirlo por la familia.
El reportaje era
flojo, con typos y esencialmente basúrico en fondo y formas. Me acojonó
especialmente el párrafo final, con una cuña publicitaria de un patetismo tal
que casi se me cae el brazo prostático:
¿Qué cojones está
pasando ahí?
¿Son estos
reportajes de pago?
Y en cualquier
caso, ¿cómo se puede ser tan ruin y sinvergüenza de colar una cuña en una
obituaria?