Mi
legión de admiradores, seguidores, palmeros y aduladores sabe bien que empecé a
correr a mediados de Octubre y lo dejé hace unos días.
Las
razones de mi abandono son tan claras como turbias fueron mis razones para
empezar. Considero el jogging una actividad útil para quien la vea útil e
inútil para el resto. Como el karate o la papiroflexia. Creo que yo no daba el
perfil, pero lo bueno con los esquizos cómo yo es que mañana puedo cambiar de
opinión y retomarlo sin experimentar conflicto interno alguno.
Curiosamente,
tras mi abandono, mi calidad de vida ha aumentado notablemente, y este es el
objeto del post.
En
efecto, antes de mi aventura extra-marital con el jogging, llegaba del trabajo,
me echaba en el sofá y dejaba que pasaran las horas. No les daba ningún valor a
mis juliocesáricos stages de horas y horas en el sofá chupando ciclo tras ciclo
del 3/24. Si acaso me estimulaba intentando recordar qué noticia seguía –cosa
que casi nunca lograba. Era un puto despojo.
Pero
ahora no. Tras haberme puesto los pantaloncitos, los zapatitos, enchegado el
blutooth del móvil, el GPS del móvil, el runtastic del móvil, el mp3 del móvil, cogido las llaves
de casa y pasarme una hora sudando como un pedófilo y experimentando siempre
vientos fuertes o muy fuertes de cara fuere en la dirección que fuera miles de
veces, dejar todo esto atrás me proporciona un gran placer. Ahora cuando llego
del trabajo, me echo en el sofá y dejo que pasen las horas, ahora sí, sé dar el
valor que merecen a mis juliocesáricos stages de horas y horas en el sofá
chupando ciclo tras ciclo del 3/24.
Pudiere
parecer un paso atrás pero ha sido uno atrás para echar dos adelante. Supongo
que es como el caso de esa gente que superan una enfermedad horrible o
sobreviven un gravísimo accidente: tras el susto alcanzan finalmente a
relativizar, a no angustiarse, y a dar cada cosa la importancia que merece. Yo
he aprendido a saborear cada minuto de mi vida que no paso puteado corriendo
sin sentido y soportando vientos de cara que hundirían un transatlántico. Eso es lo que me ha dado el jogging: el placer de dejarlo.
Como el chiste ese del cazador de leones que sale con un yunque.
Gracias,
Gebre.