Podríamos
recurrir a comparaciones grandilocuentes, remitirnos a los faraones, o apelar a
los jardines colgantes de Badalona.
En cualquier
caso, como dicen en mi psiquiátrico, ‘no hay más chinches que la manta llena’
en Can Barça.
Vamos líderes con
récord de puntos –varios de ellos de sutura- y de putos. Puto Alexis, puto
Xavi, puto Piqué, incluso puto Iniesta. Estamos encabronados con los jugadores
y con el mundo a pesar de presentar los mejores números desde Magallanes.
Un espectador
imparcial podría hablar de esquizofrenia entre el seguidor culé, pero quizá lo
que tengamos es un remarcable, superlativo y testeado infaliblemente a lo largo
de los decenios, don premonitorio. Cuando denunciamos que el equipo juega como
un oso panda sordomudo, quizá no sea una denuncia estética de niños malcriados
sino una profecía sibilinamente camuflada de que nos vamos a tomar por culo. Y
de eso sabemos un rato.
La divergencia
entre juego y resultados no es nueva. Ya con Van Gaal se hablaba del tema;
ganamos dos Ligas para luego perderlo casi todo. Tras París y la Supercopa de
Europa donde el Sevilla nos metió 3, llegamos a primavera líderes pero ya había
preocupaciones sobre el juego. Se avecinaba año y medio de horror. En el último
año de Pëp se empezaron a levantar cejas, que se solidificaron ahí arriba tras
las infaustas navidades de Tito, y ahora, llevamos casi un año sin jugar a
nada.
Ganando pero sin
jugar a nada. A mí no me preocupa excesivamente no jugar bien. Sé reconocer los
méritos del juego a la contra, del desempeño viril, o del juego
acromático-pragmático si reúnen los atributos de predictibilidad y adhesión
ejecutiva a un plan teórico. Pero me parece que lo de ahora es otra cosa.
Me parece que
podría ser la antesala de un cataclismo de severidad severa. En Liga sólo hay 3
equipos y todos son una mierda, ya lo sé, pero hay 2 equipos probablemente mejores
ahí fuera. Y en Europa, ¿qué podemos añadir? Hay posiblemente 12 equipos que
nos pondrían en serios aprietos, 6 de los cuales probablemente nos ganarían al
menos 6 partidos de 10.
No culpo a Martino.
No ha hecho nada meritorio ciertamente, poco ha corregido en los descansos o en
ningún sitio, pero él vino sin credenciales y asumo que se irá con las mismas
credenciales con las que llegó. Nosotros, por nuestra parte, seguimos tocando
el violín mientras lentamente derivamos hacia la irrelevancia. Necesitaríamos
un golpe de timón que se me antoja implausible.
No vale la pena
hablar de Martino, mucho menos aun de la directiva, y los jugadores ya se
retratan en cada partido. En definitiva, no tenemos mimbres, olvidémonos del
cesto. Lo siento, chicas.