Mientras que bajo
un régimen de club privado de fútbol, petanca o ajedrez los socios son
alícuotamente propietarios del club y sus votos valen lo mismo, bajo la figura
de S.A., uno tiene tantos votos cómo acciones, y quien tiene más pasta metida
tiene más acciones ergo más votos.
No es pues
sorprendente que la razón por la que la mayoría de clubes rechaza(ro)n
convertirse en S.A.D. se reduce esencialmente a un tema de control; que los
socios puedan seguir reteniendo, a partes iguales, el control del club.
El anterior
razonamiento en pos del club privado, certero, no deja de presentar fisuras;
aquellas inherentes a los déficits de la democracia como sistema, que
esencialmente son que el voto del imbécil vale lo mismo que el mío y la mayoría
son imbéciles. Aquí y en Pekín.
Aun contemplando
que el torpe voto del socio catapulte a un chorizo a la cúspide, la ventaja del
sistema tradicional de clubes es que con 4 pañoladas y dos apedreamientos a la
puerta del palco se pueden forzar elecciones, mientras que en una S.A. no hay
elecciones; hay juntas en las que se brinda al sol y quien tiene más acciones
mete a quien quiere de presi.
Descartada la
atomización de accionariado como mecanismo para controlar el FCB sólo queda
otra avenida: la coacción. Y la más inmediata fórmula para forzar el dominio
sobre un ente privado es la dependencia financiera. El club contrae un
endeudamiento terrorífico y muy por encima de sus posibilidades (sea el
proyecto arquitectónicamente adecuado o no; irrelevante), y la única manera que tiene de satisfacer
la deuda es a través de aferrarse a una teta que le permita pagar las letras.
Qatar Airways y todo el entramado qatarí son aquellos a quien deberemos
recurrir con la remodelación del Camp Nou.
El sistema no
presenta fisuras. No sólo entregaremos el apellido (luego nombre al cabo de 3
años) del campo, sino que las instalaciones progresivamente se irán destinando
más y más a su disfrute, gozarán de más y más palcos VIP, tendrán acceso a una
cada vez mayor cuota del revenue del centro comercial que ahí se erija, y en
definitiva convertiremos eso en el Port Qatar de Barcelona.
No hay mejor
forma de someter a alguien que haciéndole creer que no está sometido, y el
socio parece absolutamente confuso alrededor de la ulterior finalidad del enfermizo maridaje entre esta junta directiva y las élites Árabes. Terminaremos
pidiéndoles primero para pagar al banco, luego para fichar, luego para beber, y
llegará un día en que no nos reconoceremos ante el espejo. En 10 años tendremos
derecho a ocupar el asiento cuatro veces al mes y el equipo a usar vestuario y
sala de prensa; poco más nos va a quedar.
A nadie le gusta
mojarse cuando llueve pero con la pluviometría de Barcelona yo creo que podemos
vivir unos añitos más así.
Y cuando venga
alguien HONESTO a la presidencia, si hay interés podemos mirar cómo lo hacemos.