Un buen amigo,
Escocés, pasó las navidades en casa, y no sé a colación de qué salió el tema de
la discriminación a los suramericanos en España y tal.
Y el padre:
-But….they’re the same, no?
Y mi amigo:
-No dad, South-Americans are somewhat different.
-What the fuck, they’re the same –espetaba el padre, desconocedor de la
supremacía racial española, de todos conocida.
Viene esto a
colación de que en un campo escocés no quedaría tan raro cómo en Villareal
tirar un plátano a un blanco, pues en sus ojos, somos monos o parecido.
¿Y qué cojones
pasa con los monos? A ver si algún día va a salir una protectora de animales o
un mono mismamente a preguntarnos qué hostias tenemos contra los monos. Son bichos
inteligentísimos (más que la mayoría de futbolistas, negros o blancos) y comen
de todo. Es como si a un Mallorquín se le cuelga el sanbenito de la sobrasada
y, en nuestra colosal incultura, vamos a creer que los mallorquines, TODOS,
SÓLO comen sobrasada. Un poco de rigor.
Entonces si el
tío ese de Villareal le hubiera lanzado una naranja a Alves, ¿todo bien? ¿Y un
plátano a Alba? Es blanco pero parece más bien justito… ¿Quién coño escribe el
reglamento de esta nueva ciencia de la interpretación de lanzamiento de cosas?
Y si soy
electricista, estoy en la obra pelando cables, corto y tiro por ahí un cable de
cobre y va a parar cerca de un rumano, ¿soy un puto racista?
¿No nos cabe en
la cabeza que la mujer del manso de Villareal le hizo, en un detalle que la
honra, un bocata, añadió un plátano en la fiambrera, y el pobre hombre en una
combustión colérica lo lanzó al primero del Barça que pasaba?
En esto del fútbol
nuestro equipo casi siempre va justo, y hay que arrimar el hombro, ya sea
apelando a atributos tan brochagórdicos cómo la raza, lo puta que es la mujer
del uno, los bien que la chupa la hermana del otro, echando en cara descensos,
o riéndose del bigote del entrenador de turno. Todo vale, y cómo todo vale,
todo vale, ¿entienden?
Porqué mientras
sea tolerable que un entrenador contrastado de 50 años meta el dedo en el ojo a
otro, mientras un futbolista que cobra €8M netos siga fingiendo codazos cuando
ni le tocaron, mientras haya jugadores que perpetran acciones excesivamente
violentas incluso para con el amante de su mujer, mientras se escupan, agarren
de los huevos, vejen, humillen, mientan, o intenten engañar al árbitro, les
aseguro que EL MENORÍSIMO de nuestros problemas son los plátanos o los gritos
racistas o vejatorios.
En el circo del
deshonor, de la vileza, de la total y absoluta ausencia de compañerismo, de
principios, y de absolutamente TODO VALOR EDIFICANTE, que un tío tire un
plátano o que cuatro beodos griten ‘uh-uh-uh’ es virtualmente risible y habla
con claridad de la altura moral de todos: los que juegan, los que van al campo,
los que van al Twitter, y los que escriben columnas o realizan tertulias
nocturnas.
Ojalá todos los
futbolistas fueran monos, cómo echo de menos un poco de dignidad sobre el
césped!