Así pues, tiendo
a considerar SIEMPRE al segundo coche el principal responsable del desaguisado.
Sí, me refiero a
esos lances de circulación en que un puto retrasado mental ocupa el carril de
la izquierda (el rápido o ‘Carril Élite’) para mantenerse a una velocidad
moderada o obscenamente humilde, llegando incluso a veces a circular a
velocidad inferior a la máxima permitida. De locos.
Ese tarugo, ese
anormal mongolo, no deja de ser un tarugo y un anormal mongolo, y cómo tal,
pues ahí está.
El problema, el
verdadero problema, se manifiesta cuando un mongolo de similar calibre se queda
detrás cómo un gatito, sin empujar, pitar, gesticular, hacer luces ni nada. Simplemente
ahí detrás, paralizado cómo un conejo cegado por unos faros, dejando que pasen
los kilómetros.
Porqué claro, el
primero es un anormal analfabeto con una Citroën Berlingo, un comercial del
recauchutado de material industrial de baja calidad, que trae un carpesano en
el asiento del acompañante, fuma acaloradamente, y lleva la furgona llena de
muestras y heces.
O es un puto
viejo que baja a Salou a pasar el verano con su santa.
O dos peligrosas
zorras de 45 años en un Q7.
Pero hay que tolerar
y tolero.
El verdadero
problema es el segundo coche, el MACRO-MONGOL, el hijo de la gran peluda y
purulenta fulana que:
a) Es incapaz de
despejar la vía
b) Impide con su
satánica presencia y existencia que un no-subnormal (sí, un 15% de la población
somos no-subnormales) alcance a despejar la vía por cuales fuere métodos.
Claro, si
arremetes (supongamos que somos el tercer coche) contra el MACRO-MONGOL, el
MACRO-MONGOL nos hará aspavientos indicándonos que tiene al MONGOL delante,
incapaz de entender que las luces se las damos a él por ser tan rematadamente
hijo de cabra de no dar luces a su predecesor. No sólo eso, se indignará el
puto bípedo llegando incluso a poner en peligro nuestro tránsito por el mundo
en forma de frenazos y bandazos.
Si algún día vais
por el carril izquierdo (que espero que no), y el de delante os bloquea, no
seáis tan rematadamente escóricos de pensar que “habrá que tener paciencia”. Arrolladle,
iluminadle, acosadle, mortificadle hasta que el pútrido vertebrado abandone el
carril élite.
Es vuestra
obligación.
Gracias.