Salta el reminder: “Truca el Joan”
No es que no me acordara de él, voy
pensando en ello, pero necesito un reminder claro que me haga coger el teléfono
porqué sino siempre me parece mal momento.
Lo llamo y le pregunto que cómo están.
‘FATAL’.
No es de extrañar. Su padre y el de sus
dos hermanos, buenos amigos también, murió hoy hace 10 días. Un hombre, vive
Dios, ejemplar, muy querible y muy querido. Personificaba tantas cosas buenas…
Le intento consolar un poco; me
ofrezco –de corazón- para quedar a echar unas copas. Él declina, no le apetece
salir ni de día. Comprensible.
Abro el grupo de Whatsapp dónde
estamos toda la cuadrilla menos él, les informo del status, y les recuerdo que
hay que estarle encima –extremo que ya venimos realizando.
Me pongo otro reminder para volver a
llamarle el Viernes y así, con los ojos un poco llorosos tras la charla, me
pongo delante del Outlook y sigo con mis cosas.
No sé qué hacer ni decir cuando hablo
con él. Me siento culpable por limitarme a ponerme reminders cada equis días y
llamar.
¿Qué puedo o debo hacer? Me siento
hasta culpable por tener que ponerme recordatorios. ¿De no ponerlos me
olvidaría de llamar?
Sé que no, pero aun así, me los pongo.
Y luego deslizo los reminders a la
derecha para eliminarlos y sigo con mi vida. Cómo todos los que estábamos en el
Tanatorio o el funeral. En 20 minutos ya vas a recoger el niño al cole y todo
queda en una de las tantas visitas al tanatorio que llevas hechas.
Debería haber algo que pudiéramos
hacer. Tanta gente que hemos visto morir y aún no hemos encontrado una solución
al duelo.
Y el Viernes saltará el reminder de
nuevo y le volveré a llamar.
Supongo que el objetivo ahora es
sacarle a echar dos cervezas.
Suena frívolo y bajo, ¿no?
Bah…