Por acción de gracias de 2001 pasaba yo las fiestas en casa de los tíos
de mi mujer en NYC; un matrimonio adorable de unos 60 tacos, admiradores ambos
de Pink Floyd.
En esas que una noche después de cenar ponen el vídeo ese de Pin-flois,
el famoso ese con las lucecitas y la mandanga, la vieja saca un fardo de maría,
lía un peta, lo rula, me toca, le pego tres viajes y me quedo tieso.
Tieso de tener que llamar al RACC.
Tras varias tentativas, logré levantar mi cadáver y trasladarlo a la
cama, lo que originaría cierta coñeta back
in the day.
Mi experiencia con los petardos fue, desde su inicio, atroz.
Desde la primera calada ya vi que esto estaba abocado al fracaso. Me
quedaba momificado, inane, inerte, incapaz y pétreo. Gracias a Dios, y a pesar
del entorno hostil (back in the 80s en la escuela del expresidente Rosell hasta
el conserje le daba al tema), abandoné el tema por completo. Por completo.
Sería el año ’87.
Eso hasta la fugaz recaída de acción de gracias 14 años después, que
parecía traslúcido que sería la última.
Pues no fue así.
NO FUE ASÍ.
Hace dos o tres findes quedamos para cenar en casa de unos amigos. Él es
bastante perlilla y tiene cierta inclinación hacia el tema petas, lo que le ha
originado numerosos, virulentos, y precariamente reparables cristos con su
mujer. Ella hace ya años que da el tema por zanjado, no asín él. En esas que
cómo es costumbre él y yo vamos a buscar pizzas a tal sitio, a 3 minutos
andando. Salimos a la calle y:
-General, que tengo ‘tema’. Tuve una despedida de soltero la semana
pasada –me dice. Saca un paquete de tabaco de la cazadora y ahí había dos
petardacos.
-Ni en coña. Ya sabes Vitolo, y te lo he contado mil veces, que eso no
lo toco ni en coña.
Me sigue insistiendo fuertemente, yo llevaba encima mis cervezas, y
entre una cosa y la otra -y en ausencia de mi representante-, le di dos
viajacos al aparato.
Avancé sin novedad unos 150, quizá 200 metros. A 30m de la pizzería, el
hombre del mazo me pegó un revés a dos manos fulminante.
Me senté en la gélida terraza, sólo con Vitolo, y ya vi que tras
posarlos no podía levantar los brazos del reposador.
Careta de plástico, fríocalor, taquicardia alternada con paros
cardíacos, el catálogo completo de anomalías cannábicas.
A todo eso una sequedad vaginal y de boca sin parangón. Me dan un sello
y lo pego con chinchetas. Se me deben parar las glándulas salivares. Desazón.
Vitolo ya vio que habíamos descarrilado severamente y raudo acudió a por
aguas. Seis. Me las mamé en dos minutos, como si fueran chupitos.
Se me durmieron las piernas pues no podía moverlas. Todo mal. A todo eso
las mujeres en casa; entraron las primeras llamadas y no respondimos.
No sabíamos qué hacer….
Se me está alargando el post y sé que os rayan los posts largos.
Gracias!