Como
comúnmente se afirma, “rueda el mono y regresa al borne”.
Aquí
iría una larga perorata tecno-filosófica (“Cómo
ya dijo Howard Hugues en el rodaje de ‘Próstata'...", que se podría articular
de mil maneras, todas ellas aseadas y pulcras, pero que no aportarían nada.
Cómo
esto no es JotDown magazine, os ahorro la chapa.
Tanta
ha absorbido el Whatsapp el mundo de la comunicación ‘ligera’ que hoy en día prácticamente
no hablamos vía audio con nadie.
Whatsapp
arriba, Whatsapp abajo, y acudimos al teléfono, esencialmente yo, bajo tres
escenarios:
*Emergencia/Hemos
quedado aquí->llego tarde->y no te veo por ningún sitio!
*El
intercambio de mensajes se alarga arrastrando los pies y no hay manera de
aclararse de una puta vez.
*Para
hablar con los padres, que les hace ilusión y tal.
Es
entonces cuando agarramos el teléfono y zanjamos la controversia en 1 minuto, 2
máximo (women’s results may vary)
Cómo iba
diciendo, entre esa maraña de coñas, porno, accidentes de motos y críticas al
Barça, uno tiende a hastiarse de revisar el puto Whatsapp a menudo, y algunos
mensajes importantes, o de relativa desimportancia, se pierden en el océano de
heces whatsáppico.
Recientemente
he aplicado, con notable éxito, una nueva técnica: mandar un puto SMS.
No sólo
son gratis (creo) sino que a menudo tienen un –ding- diferente que el de
Whatsapp, por no hablar de que el icono en status bar es diferente y por raro
es más llamativo. Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que sólo
recibimos SMS cuando compramos con VISA en el extranjero, cuando el banco
quiere algo, o cuando tenemos una llamada perdida (*)
Por
consiguiente, como diría el difunto Felipe González, un SMS tiene hoy en día
una capacidad de respuesta inmediata MUCHO mayor que la de un mensaje de
Whatsapp.
Similarmente,
y eso no lo he probado, imagínense ustedes la respuesta, unánime y de
irremisible prontituz, que resultaría de mandar un FAX a una oficina.
Imagino
las caras de los tíos, girándose todos a mirar la máquina conforme va entrando
el FAX, una tecnología inconcebible para los becarios…
O imagínense recibir en casa una misiva de puño y letra de algún amigo....se te caen las bolsas del Caprabo y los ocho cojones al suelo del impacto emocional.
Lo
dicho, pruébenlo y ya me dirán.
Soy un
puto genio.
(*) Una
llamada perdida es ‘una llamada perdida’, no ‘una perdida’; de la misma manera
la sala petita del TNC debería ser ‘la sala petita del TNC’ y jamás ‘la petita
del TNC’.