Al igual que le está ocurriendo al estado
español con lo de su ‘democracia ejemplar’, en casa estamos teniendo ciertas
dificultades manteniendo, apuntalando, el relato.
Hace un par de meses se fue a tomar por
culo lo del ratoncito Pérez, con la consecuente erosión conceptual del tema Santa Claus y
reyes magos.
En esas andábamos cuando, en mi empuje
didáctico y de valores -no relacionado con lo anterior-, le puse a mi hija de 8
años “Stop at nothing”, el espléndido documental sobre el tema Lance Armstrong.
Me sirve, cómo el hábil lector habrá
triangulado ya, para articular una retórica demonizante sobre el tema drogas. “Mira
que malos estos tíos que eran TRAMPOSOS y tomaban DROGAS para ganar pero luego
les descubren y lo pierden todo, y tienen CÁNCER” tal y tal.
El discurso está bien hilvanado, y
ciertamente -y hasta que pruebe la primera clencha-, está volcada contra las
drogas y el alcohol. Bien ahí.
Pues en estas estábamos, cuando hacía el
final del documental sale Tyler Hamilton (exciclista del US Postal -creo- y excompañero
de Lance) entrevistado a cámara y proclama “Somebody has to tell the kids that Santa
Claus is not real” [Álguien debe decir a los niños que Santa Claus no es real]
referido obviamente al hecho del desenmascaramiento de Armstrong.
Yo noté que a la niña se le ponían las
orejas de punta pero no dijo nada. Sabía que la bomba de relojería estaba ya en
marcha. Seguimos hablando de que si ‘qué mal los que se drogan’ y tal.
Pero al
día siguiente, ayer, y mientras estábamos en silencio en el sofá, me suelta un:
-¿Los que se drogan dicen mentiras?
-Por supuesto, TODOS.
-¿El niño que ayer en el documental dijo
aquello de Santa estaba mintiendo?
-Absolutamente, cómo todos los drogados.
-Uffffffff, menos mal, me pondría
taaaaaaaaaaaan triste que fuera mentira….
-Descuida mi amor...
Si le faltaba una pizca de evidencia para
confirmar el trolón de Santa y de TODO, lo halló viendo el puto documental. Ahora
además ve claramente que soy un MENTIROSO.
La inocencia se puede perder de muchas
maneras, y esta fue la suya.
Una pena.