Nuestro poder es NADA

He ido a mear hace un momento y al verme al espejo me he quedado acojonado. Parece que me haya atropellado un tráiler y que luego varios buitres me hayan confundido con un cadáver y consecuentemente picoteado hasta dejarme despeinado y desmejorado. Estoy hecho una mierda pero eso da igual comparado con la que están pasando esos pobres japoneses, y no puedo evitar preguntarme hasta cuando el mapa mundi tendrá el aspecto que tiene hoy.

Sí, coño, sí. Todos hemos visto el mismo mapa mundi tal y como es y lo damos por perenne sin pensar en los millares de veces que nos han dicho que la tierra cambia, se mueve, lo de las placas de subducción, lo de la tectónica de placas y todo eso de la Atlántida. ‘Ah, claro: eso pasaba antes pero ya no’. Pues no, cojones, esto pasaba antes y seguirá pasando, y como mañana pasado desaparezca el archipiélago japonés de Google Earth os vais a acordar bien de este post, rancios inmovilistas.

Hace no tanto había una isla llamada Krakatoa con gente, pueblos y tal, y un día que ni me molesto en buscar en Wiki, la isla pegó un espetec de tres pares de pulmones y no quedó nada. Nada. ¿Por qué no puede pasar lo mismo con Japón? He estado siguiendo páginas web con mapas que marcan la magnitud y el tiempo de los temblores y, sin ser físico (ni, peor aún, químico) creo estar en posición de anunciar que cualquier día se van todos a pique, tanto el señor SONY, como Andrés Toyota como todo Cristo en el país del sol moriente.

Eso está menos estable que un castillo de naipes en el centro de una habitación a paño y forrellado con 14 monos beodos con secadores y raquetas de badmington. Me da que se va p’abajo, cosa que a la par que triste para los inadvertidos japonesitos, forma parte del global y cósmico órden de las cosas. Y, nosotros más que los japoneses sin duda, debemos aceptar de buen grado la dictadura de la naturaleza que el otro día el gran Paco. G. Caridad anunciaba en Twitter:

pacogcaridad: Dos cosas: si lo de Japón sucede en 3 mundo, cientos de miles de muertos. En todo caso, se demuestra que NADA detiene a la naturaleza. NADA Y que somos tan poca cosa que nuestro poder es NADA. Barcos, pueblos, trenes, edificios, aviones... todo como plumas. Y el riesgo de fusion nuclear de los reactores puede ser un desastre. Somos la NADA. Y a esa nada volvemos.

Un poderoso alegato a favor o en contra de la NADA, acompañado de una hecha-de-picha-un-lío con la fusión nuclear y el calentamiento de los reactores.
En definitiva, que cuando nuestros nietos miren su mapa mundi no sabrán dónde quedaba Japón. Y algunos dirán que en Japón había toneladas de joyas y preciosidades, y la National Geographic Sosáieti financiará inmersiones absurdas a lugares erróneos del Pacífico para encontrar la ciudad perdida de Tokio, mientras los relojes sumergibles CASIO seguirán tic-taquenado silenciosamente en las insondables profundidades del Pacífico...