El
campo de Crail Balcomie es el séptimo más antiguo del mundo. Sus estilizadas
lomas se desvanecen hacia los acantilados del Mar del Norte ofreciendo al ávido
golfista recreacional blah-blah-blah.
Ya sé
que os importa un huevo todo. Dicho esto, y de manera insorprendente, la
previsión del tiempo volvió a acertar. Lluvia a mares, ventisca, entre 5 y 6
grados, día de perros.
Impermeables
al sentido común, tee del 1.
Del 2.
Del 3. ‘Ahora
ya llueve fuerte, eh?’ Uno que abandona y se va a la casa club (el viejo de la
patraña en la Casa Club de St. Andrews el segundo día).
Del 4. ‘Mi
putabida’
Del 5.
Miradas y silencio. Nos cobijamos en una caseta a tal fin destinada frente al
océano.
Del 6.
Llevo ya 1h bajo la lluvia. Los otros dos llevan paraguas, chaquetas
anti-lluvia de €300, guante de lluvia, y van secando los palos tras jugar y los
vuelven a tapar. Yo, cómo cavazanjas que soy, hago lo que puedo. Llevo los
pantalones completamente pegados a las piernas de lo encharcados que están, el
guante están tan mojado que casi que me perjudica, y se me van helando las
manos a marchas forzadas.
Del 7. Empiezan los temblores. La ventisca es gélida. Desde el 6 que no doy
una.
Del 8. ‘Guys, gotta go’.
Enfilo hacia la casa club
con las manos tan heladas que intento meter una en el bolsillo y el meñique,
insensible completamente, me lo impide; se queda enganchado y en los 15 minutos
que tardo en alcanzar la Casa Club no logro meterlo. Chubasqueado, asqueado,
congelado y literalmente xop como si me hubiera tirado vestido a la piscina, me
vienen a la cabeza docus amañados del Discovery Channel con tíos que casi mueren
congelados aquí o allá. Del revés llegó a la casa club.
Me
quito 3 de las 5 capas de ropa que llevo y confirmo que hasta la última
(camiseta Empire) están mojadas. Y la primera era un chubasquero al huso
horario. La ventisca ha empujado el agua a través de los poros de todos los
tejidos. Blanco, me quito lo que puedo y me ubico a la vora de la calefacción
del restaurante dónde me reúno con el viejo cachondo que se está calzando un
té.
Pido
dos scotchs y nos los zampamos.
El estado de mi scorecard no arroja dudas sobre la que estaba cayendo.
A la
hora llegan los dos que faltaban, uno visiblemente magullado. Llegaron hasta el
11. Están hechos trizas. 4 scotchs. Comida y fuera.
Los días
restantes hicimos más cosas tales cómo visitar Edimburgo, pero ninguna es de
vuestro interés ni del mío.
Así
terminó una de las mejores semanas de mi vida.
Gracias
por su atención.