De copas por Islamabad

Este Sábado salí con un estimadísimo grupo de amigos aprovechando la visita de uno que vive en el extranjero.

Me consta que estos son del ramo un poco más kitsch, y cuando salimos a machete y sin mujeres suelen llevarme por Gótic, Raval, y tal, esa zona por debajo de Plazaca™ por la que intento no ir jamás.

Salidas de este pelo hacemos 1 al año a lo sumo y normalmente ya sé qué esperar. Al fin y al cabo la compañía lo es todo.

A pesar de lo cual, no pude desprenderme del ESTUPOR del que fui presa tan pronto salimos de Ramblas y agarramos la primera a derechas (dónde estaba y creo que aún está discos Castelló, caso de ser eso realmente posible…)

Más allá de la cantidad de gente fumando petas por la calle, arremolinados en puntos aleatorios e inexplicables –muchos de ellos con sus perros-, el hedor a orín era irrespirable. Más de lo que siempre fue, bastante más. Las calles estaban mojadas, ya no sé si de meo o de las mangueras de los BCNetas. De la fauna ni les hablo. Gracias a dios terminamos en el Kentucky, sitio interesante donde los haya.

Cuando cerraron, y tras evitar océanos de meo, traficantes, heroinómanos, rastas y chusma en general, nos dirigimos al Sidecar para hacer las últimas copas. Ahí ya coincidimos con pijos de esos que salen de la burbuja para ir a pillar, gente normal, y un buen puñado de gente de cena de empresas que claramente no están versados en la noche. Bailares torpes, copas que duran una hora, e incapacidad general para insertarse en la movidita.

Tanto ahí cómo antes cómo después, pasadas las 5, y de camino al oxígeno del Eixample, una sensación permaneció incambiada: me sentía cómo en Islamabad.

Que la chusmaca petardera del poso metropolitano no se afeitan por cerdos es sabido y aceptado, pero que gente de posibles, con trabajos y con novias, anden por ahí con esas barbacas es relamente chocante. ¿Son esos los hípsters de los que habláis en Twitter?

Unas barbas densas, pobladas, definidas, atroces. Incluso en caras de chavales semi-imberbes, desesperados por seguir esa moda de la barbaca estilo terrorista suicida.

Ya sé que soy de pueblo, que no entendemos nada, y que ese fenómeno se vive a diario por las calles de Barcelona. No lo niego, pero no lo entiendo. Si hay algo que nos remite a la suciedad, a la homeless-ería, al abandono, al terrorismo, al cinturón de explosivos, a la violencia de género, y a la masculinidad más ancestral y odiosa es, sin lugar a dudas, la barbaca.

Aun así, se pone de moda y el 60% de los mansos van por ahí de esta guisa.

Si yo fuera tía y estuviera en el mercado jamás de los jamases tan siquiera ponderaría liarme con un puto barbudo.

Chicas, os conmino a hacer lo proclamado por los motivos detallados. Sin piedad.

¿Quién querría acostarse con un perdedor de tal calado que es capaz de dejarse una barba de esas?

Gracias por su tiempo.