Y mira
que me rompía los pelotones recoger el desaguisado cada vez que me relajaba en
la marca del cubo.
Era
asimismo un cristo poner cada noche los cojines en el sofá para que no se enfilara
a dormir, o convivir con una casa llena de pelos.
Recoger
zurullos por la calle me hacía sentir cómo el asistente de Kim Jong-Un, y cada
vez que salíamos lejos de vacaciones era un cristo acomodarla con los abuelos o
los vecinos.
Pero,
me cago en Dios, que vacío ha dejado la cabrona.
El
hecho además, de haberla puesto a dormir, no es menor cuando reflexionamos
sobre estas cosas.
Si el
Jueves por la noche no hubiéramos decidido lo que decidimos, hoy, ahora mismo,
aun estaría en casa acurrucada en la agonía en su colchón.
Y eso,
quieras o no, te hace sentir de puta pena.
Desde
fuera parece claro que hicimos lo debido, pero el hecho es que llamamos a un
veterinario que vino y la mató.
Y eso
pesa.
Lo peor
fueron las 2 horas y media que estuvimos ella, mi mujer y yo, en el comedor de
casa esperando la visita del ejecutor. Llorábamos, ella nos miraba, y no
pasaban los minutos. Es lo que tiene un perro: aun en la más tremenda
enfermedad, su expresión no cambia realmente ni parece en absoluto desmejorado
de cara. Nos miraba, decía, interrogativa pero sabedora de que algo mayúsculo era
inminente.
Rememoramos
entre sollozos varios episodios posiblemente irrelevantes mientras íbamos
mirando el reloj.
Y sonó
el timbre, y yo sabía que en 10, máximo 15 minutos mi perro sería un cadáver.
Y
cuando Sue vio a su doctora, inmediatamente bajó la guardia y se quedó tumbada
de lado, con media panza arriba, cómo entendiendo que gracias a Dios el final
estaba al alcance de las yemas de sus pezuñas.
Y tal
cómo aun respiraba, acurrucada entre nosotros dos, dejó de respirar y estábamos
abrazando a un cadáver, lo que no nos impidió darle un beso final.
Y yo sé
que nos echa de menos pero que está ya mucho mejor, ahí arriba jugando con su
amigo del alma, llegado a las alturas hace escasas tres semanas en un lúgubre final
también. Y ahí en el cielo no tiene un cáncer de hígado de cojones ni está
paralizada ni vomita todo lo que come.
Pero
hostia puta Sue, cómo te echamos en falta.
4 comentarios:
T'acompanyo en el sentiment.
Els que hem tingut gos i, en algun moment, hem hagut de prendre una decisió com aquesta, sabem de qué parles.
Aquests cabrons fan que els agafis carinyo i després et deixen en 12-15 anys.
Però bueno. Sempre queda el record i els moments de 'divertimento' que ens han fet passar.
Ant.
Ho sento, company. Nosotros pasamos por lo mismo hace unas semanas y es duro de cojones. Son un miembro más de la familia y es desgarrador. Sólo queda pasar el trago como buenamente se pueda y con el tiempo el dolor pasa y quedan los buenos recuerdos. Forta abraçada
Ànims company! Molts abraçada.
Llàgrima solidària de Veterinari que ja no exerceix ni ha tingut mai gos però ha viscut tràngols aliens amb el cor encongit.
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