En España se ha construido un relato. Un relato que
cómo bien sabemos los que vivimos en Catalunya, es de un sesgo pavoroso. Es
falso.
Pero es el relato allende el Ebro y es el relato que
cala en España. No es que los españoles sean tontos y el entramado político-mediático
haya logrado engañarles: el entramado político-mediático les da lo que quieren.
¿Y qué quieren?
De los mil relatos que tanto España cómo todas las
naciones han construido al largo de los siglos, pocos tan perennes cómo el
-además cierto- relato del Imperio. Cuando el sol nunca se ponía. Tiene que ser
la leche formar parte de algo tan grande, no lo dudo, vean:
Se perdió América, se perdió Asia, y España quedó
convertida en lo que siempre había sido, un rinconcito con buen tiempo. Y
pasaron los años, y las Coronas (¿pasaron realmente?) y las transiciones y la
entrada en el “Mercado Común” y con todo ello la civilización. Y con ella
España se dio cuenta de lo que era: nada.
Jamás ha tenido un presidente que balbuceara inglés,
atrás en todo, estructuras de estado fascistas (o en gran medida derivadas de
un régimen y una transición de talante no democrático) y en definitiva, la
República Dominicana de la UE.
Pero aun con todas las carencias, España tiene un
enorme superávit de auto-estima, epitomizado por el mantra de que “en ningún
lugar se vive cómo aquí” (especialmente repetido por los que no viajan). Esa
reafirmación del ego más castizo, gonadal y primario, pudo hallar constatación en
el colonialismo hacía Catalunya al amparo de la Constitución del '78.
“Ese es mi corral, mis pistas de esquí, mis playas, y los que pagan el subsidio a los ocurrentes y cachondones andaluces y extremeños”.
La colonia.
Ahí sí que España era alguien, podía demostrar y
ejercer poder, y podía sacar el genoma ese, el de la Armada Invencible y Los
últimos de Filipinas; la testiculina ibérica que de tantas maneras se
manifiesta, torturando a toros o abatiendo a moritos montados en una verja por
citar unas pocas. Es todo parte de la misma concepción genital de la realidad.
Ese pisoteo que te hace sentir que eres alguien, esa
actitud propia de los bullies del colegio; ese traer a Madrid vuelos de larga
distancia por cojones, ese dejar que la RENFE en Catalunya se caiga a trozos,
ese capar el corredor mediterráneo, ese cagarse en el AVE por Catalunya y
llevarlo a Despeñaperros, ese ceder competencias pero no pagar por ellas, ese
desdén, esa condescendencia, ese abuso del que carece de autoestima y busca
vehículos para elevarla.
Tengámoslo claro: harán todo lo posible para evitar
que Catalunya se vaya porqué es lo peor que les puede pasar; no sólo por un
tema económico (que también, pero para ellos es secundario) sino por un tema
psicológico. Porqué tratarnos cómo a una colonia les hace sentir bien, lo
necesitan cómo una droga. Sin Catalunya serian el país de segunda que siempre
han sido y no admiten ser.
Es por eso, estimados lectores, que la guerra del
relato está perdida, pues la audiencia prefiere aferrarse a ese espectro, tan
lejano ya, del imperio dónde jamás se pone el sol. Veremos si no se pone
rapidito.
4 comentarios:
buff
claro claro, españa kk
Muy bien argumentado pisacabezas
Esto, no se lo traga más que un analfabeto MAYÚSCULO.
Que malo es el odio irracional!! Y cuán atrevida la ignorancia.
Lea, lea! No hace daño.
Vaya al oftalmólogo. Ese ojo tiene más cataratas que el Niágara.
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