Eran las 5 y pico de la madrugada, y llegábamos
completamente tajados a mi casa servidor y un compi que a menudo se estrellaba
en mi casa de jóvenes.
Estábamos por ahí en mi habitación intentándonos
sacar los calcetines con un castañazo de pronóstico reservado cuando suena mi
móvil.
Voz femenina:
-¿Además tienes los cojones coger el teléfono?¿Será
posible? -me chilla la chavala.
-¿Y tú quien eres? -espeté con carácter
inquisitivo/asombrado
-¿Serás capullo?, soy la dueña del móvil que has
robado!!
Entre la taja y el agotamiento me quedé sin habla.
Ella siguió defecando sobre el santoral y mis muelas, a partes alícuotas.
Tras un poco de tira y afloja, con mi amigo
descojonado -pues los gritos se oían incluso sin altavoz- logramos atar cabos
de la siguiente lid:
-¿Y cómo sabes que te lo he robado yo? -pregunté
-Pues porqué estoy llamando a mi número y los has
cogido tú, cabrón!
-¿Y cuál es tu número?
-Este
-¿Cuál?
-El del teléfono que tienes en la mano, sucnormal.
Ella andaba, no se podía saber a esas horas,
similarmente doblada a copas y trazaba líneas lógicas aparentemente razonables
pero con fisuras destacables.
-A ver, ¿díme tu número?
Primero no se acordaba pero al final se acordó o se
lo sonsacó a sí misma.
-696 55 36 50
-¿Y sabes a qué número has llamado?
-A este, hijo de puta
-No señora; al 696 55 36 55
Estupor, incredulidad, tal.
Trabamos una deslavazada conversación, a los pies de
la cual creímos inferir que perdió el móvil (según ella se lo robaron pero yo
creo que no) y que luego, a lo largo de sus torpes pesquisas, se tropezó
conmigo.
Me ofreció sus disculpas, adéu adéu, bona nit, tal.
Al día siguiente, a eso de las 4 o las 5 de la
tarde, me volvió a llamar, sobria esta vez.
Empezamos a charlar tal y cual, al parecer trabajaba
justo al lado mío -en Plaza Calvo Sotelo, y así empezamos a llamarnos a lo
tonto.
Al cabo de unas semanas creo que empezamos a
enamorarnos o nos enamoró el jueguecito este, no nos habíamos visto nunca ni
existían Facebooks ni pichas, y quedamos que ella dejaría un sobre con una foto
suya a la recepcionista del edificio, que yo recogería y dejaría una mía ahí. Fotos
de foto, de papel.
Por la noche nos llamamos. Recuerdo su foto y la que
yo le dejé, a la puerta del Casino de Monte-Carlo con cuatro trolls más.
Cómo ella tenía novio y yo no (y tampoco novia),
ella se mostró reticente a conocernos. However empezamos a intercambiar cosas a
través de la recepcionista, que seguía nuestro adorable juego con gran
atención.
Y por avatares me fui a EEUU a vivir. El Viernes
antes (mi último día de trabajo en la auditora en Calvo-Sotelo) me dijo que
pasara a recoger algo a recepción y era un libro, que venía con una
dedicatoria, en plan ‘estoy enamorada’ o algo así que me puso bien lloroso.
Me fui a EEUU, yo no tenía ni email, nunca más nos
vimos ni supimos del otro, y ahí queda.
Me parece una historia bonita, ¿no?
6 comentarios:
Da para peli, sí que que es bonita.
Luego vendrán y te darán para el pelo, pero es bonita
Mercès maca!!
Ja no recordo ni com es comentava a Blogger...
Una història molt bonica, si. Collonuda
👏👏👏👏👏, molt bonica.
Jo crec que amb els anys en un moment o altre tothom viu una experiéncia una mica aixi.
Observo con gran estupor que no sólo sigue abierto este decadente antro, sino que ahora lo regenta Gemma Nierga. Dramon Mendoza es poco.
Bonita historia con lamentable final, enésima muestra del pettofredismo valverdiano habitual del otrora morador de esta casa. Eso o que la jaca no estaria demasiado buena, de ahí la huida sin dejar rastro, triangulo.
Besis, guapa
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