Me levanté a las 9:42 exactamente, 3 minutos de que sonará la alarma puesto que tenía vuelta de golf a las 12 en punto pero quería pasar antes por el despacho.
Tras
los maravillosos progresos realizados con mi entrenador en los últimos meses
estaba convencido que podía romper par.
Había una rubia de impresión maquillándose en el baño, Lídia, una de mis novietas preferidas. Estaba radiante esa mañana. Me pusé el albornoz, le pessigué su firme culo, le guiñé un ojo, y bajé a desayunar.
Me preparé un café americano, a la vez que mi esposa, Verónica, me servía sendos Frankfurt y lomo con queso recién hechos. Me mostró un cocazo abriéndose ligeramente el batín. Vaya cocos, hoyga.
“Hello Alexa” ordené, “Enchega la atele y pon Antena 3”
Se
encendió la 65 pulgadas curva, sintonizó el canal, y ofreció imágenes en vivo
de un accidente de helicóptero con desenlace funesto. Se temía que fuera el que
trasladaba a Arrimadas, Carrizosa, Colau, Bartomeu y García-Caridad al Valle de
los caídos a realizar una ofrenda floral.
“Vaya
rachita” pensé; primero Pablo Casado y Aznar, pareja inconfesa, fallecían de
SIDA en primavera, luego el accidente de parapente de Soraya Saenz de
Santamaria que costárale la vida en Organyà, y ahora esto.
Sonreí. Abalanzóse sobre mi mi santa esposa dispuesta a achucharme un poco; me dejé y confeccionamos acto de cópula.
Subí a la suite, me duché y Lídia me vistió. Bajé y Sebastián el chófer me preguntó si íbamos al Club de Golf cómo siempre.
-No -respondí-, hoy pasaré por la oficina a echar un
vistazo.
Cogimos Ronda hacia la A2 y una luz en el cielo me
sorprendió: era un meteoro, un cuerpo celeste colosal, qué rápidamente
descendió estrellándose en el RCDE Estadiun. Me cegó el destello y me encendí
un pitillo. "Se acabó el infierno de la Segunda División" pensé.
Llegué a la oficina; los números iban muy bien. Sonia, la directora financiera, me agarró la mano y se la puso sobre uno de sus senos. Con un ademán decliné. “Hoy, golf” le dije y le guiñé un ojo.
Fuimos al campo de golf. Ya casi llegando recibí una push notification de mi app del 3/24: “Tremendo tsunami arrasa España”.
Raudo abrí la app, que ofrecía los siguientes
detalles “Tremendo tsunami ingresando por la costa Atlántica, zona de Huelva,
asola toda la España sur y centro hasta morir mansamente a las puertas de
Galícia, Rioja, y valle del Ebro. No se esperan supervivientes”.
“Dios ahoga pero no aprieta” pensé. Me calcé el guante y me saqué de la chistera un drive de 279 metros a tocar de green. Terminé la vuelta con 69 golpes, 3 bajo par.
Llegué a casa e hice la siesta, merecidísima.
Me levanté sobresaltado: eran las nueve menos
cuarto y la final de Champions empezaba ya. Ya sé que era la sexta consecutiva,
todas ganadas, pero este año parecía que el Osasuna nos podía dar guerra.
Aguantaron hasta el minuto 25; con el segundo gol de
Messi (el hijo del otrora astro argentino) se vieneron abajo para un 8-1 final.
6 comentarios:
Un mito, un referente, gran post.
Gran post, ahora lo leo.
Bzbsvs
Cooooño, que se me fue el dedo
Sublime my friend
“No se esperan supervivientes” hahahaha
Tu post ha supuesto una expulsión inmediata en nuestro chat grupal cuando un reaccionario te ha mentado por meter a la Zorra Berrugosa en ese saco
A FORCEPS NI TOCARLO PERRO!
Briliant as usual
Si el tsunami arrasó a los putos portugueses, Figo incluido, gran post
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