Soy tan homosexual que ya me he convertido en un patético esclavo de mis supersticiones. Dentro de nada empezaré a ponerme tales o cuales calcetines en función de cualquier burrada o a levantarme de la cama con tal pie. En definitiva, que a pesar de ser un gran amante del fútbol en soledad saboreando un vaso de agua en compañía de mi loro, cuando el partido me da miedo siempre quedo con los colegas. Queda esto circunscrito a partidos vitales de Champions o de Liga que yo perciba especialmente complejos.
Al final quedamos 4, cayéndose de la convocatoria de forma justificada 3 y uno no presentándose sin explicación.
Me pareció interesante el hecho de que a pesar de nuestra amistad que excede con creces el cuarto de siglo, casi termináramos a hostias todos contra todos.
Uno, Corella, sabe mucho de fútbol pero cuando bebe se envalentona y se radicaliza. Este tarado repetía sin cesar durante toda la final de París que íbamos a ganar y así fue, o sea que es un tío de fe y conocimientos, si bien sus comentarios personalizados en tal o cual jugador son siempre hostiles. Alaba a Xavi y critica a los demás con dureza, pero siempre cree que vamos a ganar.
Luego está Carlitros, con comentarios erráticos y que se indigna mucho. Amante de sacar a colación estadísticas que acaba de oír por la radio, es de estos con ‘incontinencia conceptual’, el típico que tras el primer gol ya hablaba del tremendo varapalo a Florentino y lo glorioso del doblete de este año.
Luego estoy yo, que me incendio con comentarios como el anterior, y que no digo atún hasta que está en la lata, está esta cerrada, el palet de latas asegurado a todo riesgo y el merchandise en manos del cliente final con el albarán firmado. Ni con un 0-43 en el minuto 89 lo termino de ver claro, e intento –infructuosamente- adoctrinar a Corella y Carlitros sobre la conveniencia de callarse la boca hasta que yo les de el OK.
Por último está Albert, el tribunero por antonomasia –si bien se sienta en lateral-. Preocupadísimo por el partido de forma perenne, conservador y meticuloso, explota por lances aparentemente irrelevantes y vive con tremendo sufrimiento todos los ataques. Se suele meter el puño en la boca y blasfemar con vehemencia, y cuando las cosas van bien los ojos le brillan como a un infante con una Playboy nueva.
Pues eso, que el Sábado nos pasamos la segunda parte gritándonos los unos a los otros, para después fundirnos en un abrazo. El barcelonismo, como religión, se vive de muchas maneras, todas ellas con un trasfondo enormemente visceral y apasionado. Me gusta que así sea, y que por muchos años nos podamos seguir cabreando entre nosotros en el pub, señal que el equipo responde.
Felicidades a la gente de bien pero
hay que sejir trafajando, ahora más que nunca.