ESPAÑA (II)

Un tema de recurrente preocupación y estudio antropológico por mi parte fue el del acento andaluz. Me permitiréis que no me ande con medias tintas: como en Catalunya tradicionalmente –y de media- hemos recibido a un inmigrante andalux de perfil bajo, chusquero, manóbrico y de camiseta imperio, nos resulta imposible disociar ese acento opaco de la bajez cultural y comportamental de la que en Catalunya triomfant somos testigos.

Cuando íbamos por esas discotecas de Dios ™ veíamos una tia guapa de culo duro, la entrábamos y nos sacaba ese acento andaluz solíamos regresar a nuestra base de operaciones ladeando la cabeza y pontificando: “Nada, es una cholaza”(*). Pero cuando uno está ahí abaho y ve que todo Dios -incluidas las hijas de los señoritos de Sefisha- habla así, se da cuenta de que nuestra triangulación pudiere ser incompleta. Ese acento que asociamos a la bajez higiénica y literaria no tiene por qué presentar correlación sólida.

Bien es cierto que el sur anda algo retrasado, que las cunetas están llenas de mierda, que muchos carteles están a mano y con incorrecciones, y que se observa cierto desapego a la estética. Ahora bien: que entres en cualquier sitio y el camarero te atenga con una sonrisa, de buen humor y con ganas de satisfacerte es un activo que aquí, en la tierra de guapitos de cara, sólo podemos anhelar. Y que te traten bien por el mundo es bastante más importante de lo que parece.
En cualquier caso, ¿quiénes somos los catalanets para dar lecciones de nada a nadie cuando tenemos de presidente a un anormal (where a=sub) con cara de taxista y retórica de mono?

(*): Cómo el hábil lector habrá triangulado, toda esta afirmación es falsa, se trata de una fórmula literaria conocida como ‘parábola’. Jamás nos detuvo un acento, una feez inadmisible, o una minusvalía.