Anecdotarium III: Director Shore

Y entra el Director Shore en mi cubículo y me pregunta:
-¿Hans?
-¿Sí?
-Soy Pat, el propietario del Mustang.
-Oh! –digo- nice to meet you, Pat.
-Igualmente. ¿Tienes los papeles del seguro aquí?

Con este sobrecogedor intercambio de descalificaciones culminó uno de los momentos más surreales de mi largo y estéril periplo por las Américas. Seré sintético:
Como cada mañana, aparcaba mi desvencijado Toyota Tercel –de cuatro marchas, al loro!- en el parking del trabajo. Se trataba de los cuarteles mundiales de una multi-comarcal del sector del bastoncillo para las orejas y esos párkines, sin tique, tenían varias plantas. Ese dia no sé a qué hora llegué pero aparqué por ahi. Cogí mi fusil, el security badge, y subí a la mina a manipular forecasts de ventas de bastoncillos como mi cometido era.

A las 6pm, salí y me dirigí al parking como natural es. No ví el coche, pero no me acojoné, pues cuando uno entra en una rutina solo sujeta a pequeñas variaciones como la planta dónde ha aparcado uno, pues es normal hacerse la picha un lio. Peinadas todas las plantas de los tres únicos parkings donde podia estar el coche, lo dí por perdido.

Perdido, as in robado, claro, pues un coche no es como un hamster. Si no está te lo han robado. Y esto no me cuadraba para nada, mientras el sol caía raudo, pues mi coche hubiera competido con un cubo de basura y un paquete de Winston vacío en el bottom 3 de las cosas que un caco intentaría llevarse de ese parking. Desolada y confusa –quizá un convicted felon jarto jaco pensó que le interesaba más ir con un coche de perdedor que con uno razonable, no es mal plan-, me dirigí a recepción a ver si era normal que robasen mierdacoches.

Pronto se destapó el entuerto tal y como lo relató el jefe de seguridad: al parecer a primera hora de la mañana, un Tercel se precipitó rampa abajo en la planta 2. Parecería evidente que el propietario (o usufructuario) del mismo se olvidó de poner el freno de mano o poner la palanca en la posición P (de park, cosa imposible pues mi coche era manual) y el atrotinado vehículo emprendió una fuga, marcha atrás que terminó repentinamente tras incrustarse en el culo de un Mustang GT de valor elevado.

‘Es propiedad del Director Shore’, me dijo el de seguridad, y desenvainó una business card del ínclito, al parecer un alto mando.
‘Fine’ dije ‘pero dónde está mi coche?’
‘Pues se lo ha tenido que llevar la grúa. Como no estaba identificado (todos los empeados teníamos que poner una pegata en el parabrisas con nuestro employee ID pero yo jamás lo hice) hemos tenido que llamar a la grua.
‘Y qué grúa se lo ha llevado?’
‘Ni idea’.

Tras horas de llamadas y tal dí con la compañía de corsarios que se lo llevó, que además me dijeron que hasta el dia siguiente no me lo devolverían. Por el stress asociado –y en parte también por esa sangre parcialmente española que corre por mis arterias- me hice el loco, tire la tarjeta de Shore por ahí, me olvidé del tema tras pagar rescate del coche, cuando ocurrió lo relatado al principio.
Lo más curioso es que cuando el puto Pope Shore vino a mi zarapastroso cubículo a reclamar restitución de bienes, lo hizo acompañado por dos seguratas. Se presupone que hacía tanto que no bajaba a trincheras que temía ser atracado, o que viendo las características del coche pensó que este pertenecería a un negro o un hispano –lo que en sí mismo constituiría una violación del proceso de selección-.

Le dí los datos de mi seguro y abandoné el país.
TRUE STORY