El mundo es un pañuelo: En tierra de cerdos

Hace pocas fechas me personé en Cerdeña. Montamos los coches en el Garibaldi, mar plana, llegada a Porto Príncipe sin novedad.
La isla (o archipiélago) de Cerdenya se halla dirección Italia entre Sicilia y Nocilia, y fue conquistada por Italia tras birlársela a los maños, como bien sabéis.

Lo primero que atisbará el visitante es que las distancias son grandes y las carreteras intrincadas, sobretodo en la zona más meridional (palabra cuyo significado nadie conoce). Cerdenya es rica en matices –al igual que Córcega, Rosellón y Balmes- y sus agrestes perfiles abrazan suaves costas de dorada arena y numerosa alga. No es pues casual que una ciudad ahí se llame Alghero, Alguer en catalán, villa que se distingue por el fecal aroma que desprenden auténticas toneladas de algas en su pútridas playas amotinadas. No habla catalán ahí nadie más que los turistas catalanes, vaya trolón nos metieron en los libros de texto cuando éramos pequeños. Santillana dimisión.

Lo segundo que más llamará la atención al dominguero de Garibaldi es la traslúcida diferenciación entre locales y visitantes por la forma de conducir. Parece una ley no escrita en esa desolada isla que las líneas contínuas sólo apliquen a los foráneos, y como desde el primer momento me sentí cerdo como si hubiera nacido allí, me incliné por ignorarlas como los nativos, lo cual da musho plasél.

Lo tercero será la triquiñuelez del Italiano. A veces le dices al camarero ‘Esta sopa está buenísima’, se te queda mirando como si le hablaras en chino, y tras tres minutos de gesticulaciones y variantes dice: ‘Ahhhh, alhora, que questa tavolara e una firuccica. Grazie mille!’. Similarmente, si le quieres pedir a un tio que te ayude a sacar al gato del maletero porqué tienes que sacar ocho bujías, metértelas por el culo y ajustar la tapa del delco, quizá se diga igual. Nunca sabes ni vas bien o mal, te vas lanzando, y al final das puta pena.

Por último sus playas, bonitas y tal, de tonos turquesa y fucsia, absorben al bañista, si bien no tanto como la marabunta de turistas. A Cerdeña le quedan tres años if at all, normal está todo inventado. Hay localidades como Porto Cristo o Castelnabo que ponen de manifiesto el contraste entre historia y modernidad, y en general es una buena escapada si hay buena mar.